Antonio Balsalobre analiza la gestión de Pablo Casado

El nuevo Club de la Comedia

Cuando Casado, Monserrat o Egea abren la boca, a los espectadores de este gran teatro del mundo que es España se nos congela el rictus en una mueca que no sabe cómo estallar. Si en risotada o consternación. Creíamos que con Cospedal y su “performance” del despido de Bárcenas en diferido, las bufonadas de Pujalte o las actuaciones estelares de Rafael Hernando, el surrealismo político había alcanzado su cénit, pero ahora vemos que no. Por poco que se lo propongan y si el PP más centrado no lo impide, este trío “dinámico”, hiperactivo y farandulero, acabará por superarlos.

En poco menos de tres meses, Casado se ha convertido en un “líder” político a una carcajada pegado, a una carcajada superlativa que asombra y preocupa. Su viaje de “acusica” a Bruselas, su hiperactividad exacerbada, su incontinencia verbal, sus respuestas improvisadas y poco medidas, sus arengas épico-patrioteras sobre la Hispanidad (“el mayor hito de la historia de la Humanidad”, según él) van configurando un personaje que empieza a rayar lo caricaturesco. Un personaje hiperbólico que de tanto proyectar la imagen del gobierno en los espejos cóncavos del Callejón del Gato para deformarla hasta lo grotesco empieza a convertirse en oposición de sí mismo.

Pobre país, y pobre gobierno, que hasta a “las prostitutas tiene desconcertadas”. Es lo que dijo el miércoles pasado la portavoz del PP en el Congreso, Dolors Montserrat, ante la perplejidad de propios (los de su bancada) y extraños (el resto de grupos que no daban crédito a lo que oían) al transformar una pregunta parlamentaria a la vicepresidenta del Gobierno en una “performance” digna de Cospedal,  en la que mezcló prostitución con todo lo que se le ponía a tiro. «Señora Calvo, coordínese ya. Coordine Moncloa, Waterloo, la dacha de Galapagar y la herriko taberna», pedía a trompicones, entre lapsus y “gallos” la portavoz. Nunca, que se recuerde en el hemiciclo, un discurso pidiendo coordinación resultó tan caótico, desafinado y surrealista. Incluso para algunos diputados del PP, que se sintieron “abochornados y horrorizados”.

Como abochornado y horrorizado debió de sentirse el candidato del PP a la Junta, un día después, al oír a la también exministra, Isabel García Tejerina sentenciar que «en Andalucía lo que sabe un niño de diez años es lo que sabe uno de ocho en Castilla y León». Un improperio supremacista (hay más de un Torra y Puigdemont en el PP) que sirvió de munición al PSOE y a Susana Díaz para denunciar el «clasismo» y el desprecio del Partido Popular a los andaluces.

Y tanto o más a gusto se quedó Egea, el número dos del PP, que no sólo no desautorizó a Tejerina sino que, echándole más leña al fuego, acusó al Gobierno andaluz de gastarse “más dinero en prostitución que en educación».

Hilaridad, esperpento, teatro de títeres, con este nuevo equipo del PP – este desternillante nuevo Club de la Comedia- capitaneado por Casado, el humor negro y el despropósito político tienen días gloriosos ante sí.

 

 

 

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