Antonio Balsalobre analiza los resultados de las elecciones locales y autonómicas

 Elecciones municipales

Los resultados obtenidos por Pilar Martínez y José Luis Vergara no son los que se merecen pero sí los que han determinado los electores y una ley d’Hont no siempre justa y ecuánime. Pilar se merecía mucho más por el excelente trabajo que ha realizado al frente de la concejalía de Museos y José Luis por su brillante trayectoria como concejal en la oposición. Vergara, centrista avant l’heure en el municipio, cuando el PP todo se lo tragaba, ha pagado el precio de querer ser libre, de seguir su propio derrotero al margen de los caminos trillados de otros partidos más poderosos de ámbito estatal (léase Ciudadanos). Pilar, trabajadora y comprometida como ella sola, la de ser cabeza de lista de un partido al que ama y por el que esta dispuesta a darlo todo, pero cuyo líder anda desde hace algún tiempo algo trastrabillado.

El PSOE de Cieza ha arrasado y esa ha sido en parte la gran sorpresa. No tanto para mí (las porras que hice con los amigos pueden dar prueba de ello) que preví esta amplia victoria. Uno tiene su particular CIS casero y saca sus conclusiones. Lo supe en el momento en que oí a mi alrededor a gente de derechas decir que votaría a Pascual porque lo estaba haciendo muy bien. El mérito es de todos, desde luego, pero especialmente del alcalde que ha sabido conectar con los ciezanos, dinamizar la vida de esta ciudad y coordinar a su equipo de gobierno tripartito.

IU ha aguantado bien –y no era fácil- el tsunami socialista. Mucho mejor que en otros lugares del país. Eso se debe en parte a su sólida implantación en el municipio pero también al magnífico trabajo de sus tres concejales: Paco Saorín, Cristina Vaso y Nerea Martínez. Dieron sobradamente la talla durante toda la legislatura y el pueblo ha sabido premiarlo.

El fracaso del PP requiere pocos comentarios. Tamayo dejó al partido hecho un erial y los que han venido después, con sus luchas internas, lo han rematado. Era, por utilizar una expresión conocida, la crónica de un fiasco anunciado. Ciudadanos, por su parte, no ha despegado como se esperaba. Se estanca en Cieza. Es como si le hubieran cortado las alas antes de nacer. Todo lo contrario de Vox, que voló alto en las generales para caer, no diré en picado, porque ha sacado dos concejales, pero sí significativamente.

Viene ahora la pregunta que todos nos hacemos, que no es otra que la del millón. ¿Habrá reedición del pacto de izquierdas, esta vez entre PSOE e IU? Ojalá, dicen quienes valoran positivamente la gestión del gobierno saliente. ¿Por qué liquidar un acuerdo de gobierno de coalición que ha recibido el apoyo mayoritario de los ciezanos? ¿Por qué no repetir lo que ha funcionado bien? Ojalá impere la razón y el sentido común. No las imposiciones foráneas.

Comicios autonómicos

La victoria “histórica” de Conesa, aunque apretada, también es incontestable. Tanto más heroica cuanto que ha sido no contra un partido sino contra un régimen caciquil y clientelar, con pretensiones hegemónicas. No suma, es verdad, con la izquierda, pero sí con Ciudadanos, a cuya líder en Murcia, Isabel Franco, se le ha oído decir más de un vez, entre otros sitios en el debate organizado por La Opinión, que es muy “difícil” y “complicado” avalar la corrupción del PP después de 24 años en el gobierno regional.

¿Habrá entonces pacto PSOE-Ciudadanos? Si hacemos caso a lo que ha repetido por activa y por pasiva Miras durante la campaña electoral, el acuerdo (secreto, según él) estaría ya firmado. La realidad, me temo, es otra. No porque sea descartable este pacto (nunca, en realidad, Ciudadanos de la Región lo descartó) sino porque su articulación es muy compleja al depender de instancias “superiores” y de la política de cambio de cromos, con negociaciones a tres bandas, PSOE, PP y Vox, que Rivera va a poner en práctica.

Por lo que parece, Arrimadas está dispuesta a explorar todas las vías. Incluso la que hace saltar todas las alarmas, y más que ninguna la de sus socios liberales europeos: la de dar entrada a Vox en un gobierno compartido con el PP. Esto es, un gobierno a la andaluza, pero sin tapujos, con carteras para la ultraderecha. Algo que deja perplejo incluso al propio Macron, que siempre ha hecho de la lucha contra el lepenismo su caballo de batalla. Y cómo no, también a Valls, el ex primer ministro francés, que ha amenazado, porque él “sabe muy bien lo que está sucediendo en el resto de Europa”, con romper con Ciudadanos si pacta con Abascal en Madrid.

Corren, pues, las apuestas sobre lo que va a “ordenar” ese “comité de pactos” que debe decidir las pautas a seguir donde el partido naranja tiene la llave de la gobernabilidad. Yo, vista la volatilidad y mutabilidad de Rivera, me inclino a pensar que va a haber órdenes para todos los gustos. Un popurrí político-musical estilo Pimpinela, con enfados en un sitio, reconciliaciones en otros, y oportunismo en todos.

Una cosa, sin embargo, deberían tener en cuenta estos jóvenes nacionalistas airados. Que la ley del sorpasso tiene fecha de caducidad (y ya van cuatro fracasos) y que apuntalar gobiernos presididos por el PP, como en Andalucía, supone reforzar a quien se supone que quieres sobrepasar, cuando no eliminar políticamente. Algo así como tirar piedras contra tu propio tejado.

A nadie se le escapa que si Ciudadanos hace, como parece, al PP su socio preferente cuando en realidad es su competidor más directo, tendrán difícil remedio sus males. Y mucho más si convierte, como también parece, su política de pactos en un juego de tronos de serie B.

Por el momento andan reunidos y toca esperar. Esperar las directrices de Madrid para ver qué gobierno tendremos los murcianos en la Región.

Y espero que éste no determine al que tendremos en Cieza.

 

 

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