Antonio Balsalobre disecciona la «campaña electoral» del PP

Hasta los neandertales tienen que defenderse de las insidias del PP

Cuanto más conozco a algunos hombres actuales, más admiro a los neandertales. Muy superiores intelectualmente, no me cabe la menor duda, a individuos de la talla, por ejemplo, de Suárez Illana, ese carpetovetónico manchego que anda por ahí, en su calidad de candidato número dos del PP al Congreso, diciendo paridas de tal calibre que remueve en sus tumbas hasta nuestros ancestros más lejanos, los australopithecus.

Hace falta ser primitivo y retorcido para acusar sin pruebas -sólo para reafirmarse en una idea- a nuestros hermanos neandertales de hace treinta o cuarenta mil años de esperar a que nacieran sus hijos para, “entonces, cortarles la cabeza». Hace falta ser cromañón para decir esas chorradas, porque estoy seguro de que ni siquiera a nuestros primos chimpancés se les hubieran ocurrido.

Hace falta ser ignorante, cantamañanas y dogmático, para ir difundiendo por ahí mentiras que se pueden desmontar con un simple clic de Google. Para afirmar, sin que se le alterara, a este duque frustrado, la mínima arruga de esa cara de esfinge, que en Nueva York estaba permitido abortar después de que los niños hubieran nacido. Claro que tuvo que rectificar y disculparse, faltaría más. Pero la cuestión es otra. Si estamos ante un caso de fundamentalismo, mala fe o mentira clínica.

Dice Moisés Naím, y no le falta razón, que la normalización de la mentira es una de las toxinas que debilita la democracia. Donald Trump, por ejemplo, anda a razón de 22 mentiras al día, pero a este paso el PP de Casado acabará por superarlo.

La última perversión democrática: la noticia de que un grupo organizado, supuestamente patriótico, de policías, medios y empresarios espiaron, por orden, según todos los indicios, del anterior Gobierno del PP, a un partido político, Podemos, con el fin de propagar una serie de fake news para desacreditarlo y apartarlo de las instituciones. Veremos en qué termina todo esto, pero a la vista está que a algunos políticos de la derecha no les tiembla la mano a la hora de utilizar las cloacas del estado o de fabricar pruebas falsas en beneficio propio o de su partido.

Aún resuena, porque no han cesado de repetirla, la retahíla de mentiras proliferadas en el manifiesto de Colón contra el Gobierno de Pedro Sánchez, al que se acusaba de “dar una puñalada por la espalda a la ley y a la justicia aceptando las 21 exigencias del secesionismo», cuando lo que había ocurrido realmente es que el diálogo Moncloa-Generalitat se rompió por la negativa del ejecutivo a escuchar las aspiraciones del independentismo.

No sé si Suárez Illana, de ilustre apellido y escasa catadura moral, podrá, parafraseando a Aznar, aguantarle la mirada a los españoles cuando se suba al estrado del Congreso de los Diputados para seguir insuflando proclamas en lo que constituye su particular cruzada: antiaborto, caza y toros. O si durará mucho en su cargo. Poco recorrido político se le puede augurar, desde luego, a un “jurista” fabulador de mentiras con las patas tan cortas.

Aunque bien mirado, por el bien de todos, ojalá deje de ser el PP esa fábrica de corrupción y embustes que lo caracteriza, porque si no compartimos el mundo sobre el que nos pronunciamos, la comunicación (y la convivencia) se hacen muy difíciles. Empezando por nuestra relación con nuestros hermanos neandertales.

 

 

 

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