Editorial

CIEZA SE QUEDA SIN AGUA

El año hidrológico, que comenzó el 1 de octubre, no ha podido arrancar de peor manera: con un déficit, en relación al año anterior, del 95%, según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). El titular de este editorial puede resultarle a alguno catastrófico, pero, desgraciadamente, es real. Tanto que la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, a través de su Ministerio, ya ha anunciado que, en caso de que no llueva de aquí a final de año, se plantean llevar a cabo medidas de restricción de agua. Y no solo aquí sino en toda España.

El verano se ha prolongado hasta estas fechas. Los efectos de dicha prolongación son visibles en toda España. Embalses muy por debajo de su capacidad (la menor en lo que llevamos de siglo XXI), incendios en Galicia y Asturias (típicos de periodos estivales) y la cuenca del Segura es la más deficitaria de todas albergando una capacidad únicamente del 14,20%. Además, hemos podido apreciar como septiembre ha transcurrido sin lluvias y octubre lleva camino de lo mismo. Todo ello en una zona de clima mediterráneo donde las mayores precipitaciones se producen en primavera y otoño, y éste último se aventura seco. Ciertamente, existen años o periodos de sequía más prolongada en esta zona. También habrá quien alegue que el cambio climático se está haciendo evidente, aunque el célebre «primo sevillano de Rajoy» aventurase que es una quimera, como así lo declaró el presidente en una rueda de prensa hace unos años.

Cieza es una localidad eminentemente agrícola. El motor de nuestra economía es la agricultura ya sea de forma directa o indirecta. Por tanto, los acontecimientos y las posibles medidas que se tomen nos afectan en mayor medida que a otras zonas. Parece ser que los dirigentes de la Comunidad Autónoma han cambiado de discurso y ahora apuestan por la concertación de un Plan Nacional del Agua. El ‘Agua para todos’, que tanto rédito electoral les dio ha pasado a la historia. Y ha pasado a la historia ante la evidencia de aumentar el Trasvase del Tajo, a pesar de que gobiernan en todas las zonas implicadas: el Estado, Castilla La Mancha y Murcia. En el mismo sentido, para el gobierno regional ahora cobran fuerza las desaladoras, desdeñadas cuando fueron propuestas por la entonces ministra Narbona. Cabe preguntarse en este término sobre la tan «cacareada» insolidaridad entre autonomías que se le achaca a Cataluña (no sin razón) y la que se realiza en otras comunidades en las cuales no se aprecia ningún vestigio independentista.

Pero más allá de las siglas, la demagogia y los réditos políticos el problema es real, acuciante y urge una solución inminente. Hace tiempo que Antonio Moya, concejal de Agricultura y Medio Ambiente de Cieza, aventuró que había que «buscar el consenso en un Pacto Nacional del Agua, siendo el complemento la gestión de excedentes, los acuíferos no sobreexplotados, y la desalación». En esta línea parecen ir también las propuestas dirigidas desde la Comunidad Autónoma.

Tampoco debemos obviar el mal uso que se ha realizado, en ocasiones, del líquido elemento. Pues se ha invadido zona de monte con el objeto de poner tierras en cultivo y, en algunos lugares, no se emplean las modernas técnicas de regadío que permitirían un mayor ahorro. La especulación también ha entrado en la agricultura y en el agua. Y toda esa conjunción de factores que hemos enumerado conlleva que las consecuencias recaigan sobre los agricultores tradicionales, principalmente.

Por todo ello, desde Crónicas de Siyâsa abogamos porque se le de una solución. Y que se lleve a término más pronto que tarde. Los políticos deben trabajar en esa línea. Se debe lograr un Pacto Nacional del Agua y que, aunque solo sea por una vez, piensen más en los intereses generales que en los partidistas. No podemos estar pendientes del cielo esperando precipitaciones si es posible solucionarlo en la tierra, en los despachos. Este que tratamos no es asunto baladí. Está en juego nuestra economía.

 

 

 

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