De huidas y fronteras

columnista-marta-almelaLlega la Navidad.  Lo sé porque este sistema de consumo me lo ha empezado a recordar con sus luces, anuncios, promociones, mensajes publicitarios y un largo etcétera.  Con ella se acerca el fin del año, ese tiempo en donde depositamos esperanzas nuevas para el próximo, con el deseo de que sea mejor que éste. Fácil tras el espantoso año que vamos a dejar atrás, por ejemplo, este año dejamos tras de sí a  más de 4.600 refugiados fallecidos en el Mediterráneo, por ahora, y eso según los datos de la Organización Internacional de las Migraciones. No dudo de que más allá de esas cifras haya algunos más.

Pero nosotros, ese gran occidente evolucionado nos olvidamos fácilmente de estas cifras y desde nuestras instituciones democráticas  les seguimos poniendo trabas a su integración. Y así andamos,  como perdidas. Lo que no entiendo es  ¿Cuándo desaparecimos?…

No me dio tiempo a vernos, nos fuimos como desdibujando, en silencio y sin testigos, mientras ellos se borraban las huellas entre nuestras fronteras, que nos empeñamos en que existieran; entre nuestras decadencias, que acabaron portando la pistola que atravesó sus sienes explotándonos en nuestras caras. A ver quién es el que ahora se atreve a mirarse en ellas.

Ellos se convirtieron en extraños sin horizonte al que agarrarse, náufragos entre calles llenas de nada, miradas que no entendimos porque nunca nos enseñaron a entenderlos.

Así que huyen y huimos.  Ellos sin ninguna otra salida, nosotros sin ni siquiera saber de qué huimos, ni en qué maldito momento llegamos donde estamos.

Puede que en las huidas nos encontremos o reaparezcamos y  que podamos volver a dibujarnos, a mirarnos, a reconocernos. Ellos que no son otros que nosotros y nosotros que no somos otros que ellos, entre calles que no están tan vacías. En definitiva, a empezar a construir un mundo más habitable. Aunque, si soy sincera, temo que ya no haya tiempos de revoluciones.

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