De “La Manada”, lobos solitarios y otras catervas

Antonio-Balsalobre-cronicas-siyasaDesde el día de autos hasta la reciente promulgación de la sentencia, la sociedad española ha seguido con inmenso interés tan escatológico suceso. Premeditadamente, he dejado pasar unos días pues, por lo común, el hervor en la sangre nubla el razonamiento.   Permítanme una reflexión. No me gustan los juicios paralelos ni los comentarios gratuitos sobre materias delicadas que afectan al honor y dignidad de las personas. Son tremendamente peligrosos porque, de ordinario, se sustentan sobre conjeturas, apreciaciones, información distorsionada y, en definitiva, sobre un desconocimiento absoluto de los hechos. Estos linchamientos sociales pueden alcanzar tal virulencia que el escarnio infligido apenas puede ser resarcido por la verdad si es que ésta, finalmente, contradijera la impresión inicial. Las resoluciones judiciales son discutibles y para eso están los recursos e instancias superiores. Y también son opinables y para tal menester nos asiste la libertad de expresión aunque ésta, como toda liberalidad, exige responsabilidad.

Yo, como todos, desconozco qué ocurrió en realidad aquél fatídico día. Sé lo que, desde diversos medios de comunicación, me ha llegado por aquí y por allá. La Sección segunda de la Audiencia Provincial de Navarra ha tenido a su alcance todas las pruebas con las que poder conformar una opinión en modo de sentencia, que es la forma en la que los tribunales opinan. El fiscal ya ha advertido que apelará pues, según su leal y saber entender, hubo violación y no únicamente abusos sexuales.

Si alguien espera de mí un veredicto particular, basado en deseos o meros indicios, que no cuente conmigo. Ni en éste ni en ningún otro caso. Habrá quien ante esta actitud mía atisbe desacato frente a esta ola de clamor popular. En su derecho está pero me es indiferente.

Ahora bien. Si ante hechos irrefutables los jueces no hacen como es debido su trabajo, habrá que tomar otros caminos menos civilizados. Nada se pierde pues, al fin y al cabo, una sociedad sin Justicia no es más que una maldita jungla.

A colación de este hecho me tomaré la licencia de opinar sobre cuestiones digamos generales, estados de opinión colectivas, prejuicios, apreciaciones desfiguradas y sobre realidades terribles con las hemos de convivir cada día.

Entre nosotros hay monstruos, seres despreciables que atizan, maltratan y asesinan a las mujeres. Algunas de estas alimañas, tras haberse llevado por delante a su pareja, acaban con la propia vida. Lástima que no inviertan el orden pues, aún siendo éste un terrible mal, lo es menor. Escudriñar sobre los resortes que impulsan semejantes acciones resulta, cuando menos, arriesgado. Mas parece claro que asistimos a una cosificación de la mujer y a un radical desprecio por el albedrío y vidas de éstas. Hay hombres, en los que habitan instintos primitivos, que ven a las mujeres como una pertenencia. “O de ellos o de nadie”; deben pensar.

Otros depredadores, en solitario o en manada y valiéndose de la fuerza física, del alcohol, de las drogas o de cualquier otra prevalencia, abusan, violan y denigran a las mujeres dejándolas marcadas de por vida. Hay quienes van más allá y, tras haber desahogado como primates sus instintos más miserables, terminan con las vidas de las desdichadas.

El código penal no es ni debe ser el remedio de todos nuestros males pero también sé que tan deleznables hechos salen muy baratos a sus autores. La respuesta punitiva ha de ser proporcional al daño causado y al reproche social y lo suficientemente disuaria para que otros, al menos, se lo piensen dos veces. No acabaremos con el delito pero conseguiremos que algunos simios estén, el mayor tiempo posible, fuera de la circulación. Que me perdonen los puristas leguleyos, absortos entre libros y tratados, para quienes construir una doctrina políticamente correcta está por encima del más esencial concepto de justicia que, por cierto, es cuánto les queda a los damnificados.

Desde tiempos inmemoriales hemos tenido que convivir, desconcertados, con razonamientos que criminalizan a las víctimas para terminar justificando la acción. Por ejemplo: “¿Dónde iba sola a esas horas de la madrugada?” “¿Visteis la pinta que llevaba?” “Normal que pasen esas cosas; ¿qué esperaban?”. Semejantes afirmaciones, de una crueldad infinita, vienen a responsabilizar a quienes han sido objeto de actos atroces. Se comprende que muchos delitos sexuales sean silenciados pues las víctimas temen hallar humillación antes que justicia.

Perdonen el lenguaje pero siento verdadero asco ante semejantes pensamientos. Toda mujer puede vestir como plazca, salir dónde y cuándo quiera, ir sola o acompañada y hacer, en definitiva, lo que le dé la real gana. Y nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a interpretar o juzgar el modo en el que ellas quieren ejercer su libertad. Como nadie puede arrogarse la vil potestad de establecer penitencias para actos o actitudes que consideran inapropiados.

Esta sociedad nuestra tiene mucho trabajo por delante. Hemos de ser intransigentes con culturas, religiones o creencias que niegan a la mujer la dignidad que, por ley natural y divina, le es consustancial. La condescendencia, displicencia e indolencia deben dar paso a la firmeza más radical en lo que este tema se refiere. Porque la fina arena puede convertirse en una ciénaga.

Soy un hombre y, por tanto, algo o demasiado osado por opinar sobre estos temas. Disculpen mi atrevimiento. Por mucha sensibilidad y empatía que pueda tener, nunca, jamás, llegaré a comprender, en toda su inmensidad, el miedo, dolor, vergüenza, rabia e  impotencia que muchas mujeres han sufrido de manos de individuos que son cualquier cosa menos hombres.

 

Fdo. José Antonio Vergara Parra.

 

 

 

One thought on “De “La Manada”, lobos solitarios y otras catervas

  1. sdfnds

    querido jose antonio
    cuando en una manifestacion salen chicas jovenes diciendo que no aceptan «las resoluciones judiciales» porque no son de su agrado, algo peligroso acecha
    luego salieron tres juezas, todas mujeres, avalando la sentencia
    que levanten la mano quienes se han leido la sentencia completa
    igual que la gente de «a pie» no debe estar en una operacion quirurjica y opinar sobre la cuestion, porque no con cirujanos, salir publicamente NO ADMITIENDO las resoluciones judiciales es peligrosisimo, cinico y pensar que se esta por encima de todo, incluso de la justicia. que se saquen las oposiciones a judicatura e impartan justicia, si tanto saben algunos

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