Diego J. García apuesta por un cambio político

NECESITAMOS UN CAMBIO

Necesitamos un cambio, no me cabe la menor duda. ¿Un cambio, de qué?, se preguntará el sufrido lector. Pues de clase política, de eso hablamos; tanto de personas como de partidos. Se ha degradado hasta tal punto la política y las personas que han estado viviendo de ella durante años que lamentablemente nos parece que nadie está limpio. La situación es grave, hemos perdido la esperanza, y ese camino iniciado es peligroso, muy peligroso, para un régimen de libertades como el que disfrutamos.

Es triste comprobar como en poco más de 100 días han dimitido 2 ministros del reciente gobierno del PSOE, otra está a punto de hacerlo, y el propio presidente ha sido acusado de recibir de la universidad ayudas y beneficios tan graves, o más, que los que arrojaba a la cara a su homólogo en el partido gemelo de la derecha. Por no hablar del partido que dejaba el gobierno hace 3 meses y medio tras una moción de censura, supuestamente provocada por la condena del Partido Popular como responsable ante “la trama de corrupción política más extensa y profunda de la historia democrática española”. Hasta el momento, añadiría yo, ante los inminentes juicios de los últimos presidentes de la autonomía andaluza por el expolio de miles de millones de euros tanto de ERES fraudulentos como de cursos de formación para parados. ¿Puede haber una actitud más mezquina y cruel que saquear, en esta castigada región, precisamente el dinero destinado a aquellos trabajadores que se quedaban sin empleo y a los sin empleo que necesitaban formación para obtener uno? Ambos partidos son buena medida el uno del otro.

Es triste comprobar como los nuevos partidos que, en teoría, venían a regenerar la política han asumido de buen grado los mismos vicios que los partidos tradicionales, reclamando su elección en el Consejo General del Poder Judicial, defraudando y mintiendo a sus votantes, ejerciendo el poder omnímodo dentro de sus partidos, olvidando en un rincón las promesas de elecciones internas, o cambiando de opinión cuando la situación lo requería en el mejor ejemplo de falta de principios. Mientras a un partido como Unión, Progreso y Democracia, que demostró con actos que era posible otro tipo de política como servidores públicos, se le machacó sin piedad desde los medios de comunicación y las encuestas, por lo que el electorado finalmente, entro otros motivos, terminó escogiendo a otros partidos ante la perspectiva segura de desperdiciar el voto. Con el añadido de que las demandas judiciales presentadas por este partido, ante la inacción de la fiscalía en casos como el de Rodrigo Rato, preferentes o tarjetas black, entre otros, molestaron e incomodaron a más de uno en este país, contribuyendo a su marginación.

Es triste comprobar como políticos y otros poderes intentan, presionando a jueces y fiscales, acabar descaradamente con la imprescindible en una democracia independencia judicial, tan duramente obtenida en los países modernos. Hay muchísimos ejemplos: Eduardo Torres-Dulce, fiscal general del estado con el Partido Popular, quien tuvo que dimitir ante las continuas presiones del gobierno tras el encarcelamiento del tesorero del partido, Luis “se fuerte” Bárcenas, o a continuación, con el primer referéndum ilegal planteado por los secesionistas catalanes; o la jugada realizada a la jueza Mercedes Alaya, instructora de los casos ERE y cursos de formación de Andalucía, engañada para quitarle el caso y asignarlo a una jueza afín que dilata y entorpece la investigación de forma torticera; o más recientemente las actuaciones del gobierno, tanto de Partido Popular, como del PSOE, ante el desafío del gobierno de la comunidad autónoma catalana antes y después del 1 de octubre, donde asistimos en directo por televisión a los ataques más graves a nuestro orden constitucional desde el golpe de estado militar del 23F.

Es triste comprobar como los medios de comunicación contribuyen a este desprestigio de la actividad política con mentiras descaradas y manipulaciones para beneficiar a los partidos de su cuerda. Como han convertido la tertulia política en un Sálvame televisivo cualquiera. Como intentan dirigir a la opinión pública con cocinadas encuestas “de manipulación”, encargadas directamente para dirigir el voto. Como orquestan campañas para destruir oponentes o simplemente por dinero. Sonado fue el caso, rápidamente olvidado, del imputado Francisco Marhuenda cuando hablaba con su jefe de la campaña que le estaban montando a Cristina Cifuentes, con el objetivo de que no denunciara las irregularidades de la empresa pública Canal de Isabel II. Con frases textuales como “[…] ella por las malas tiene mucho que perder. Es una guerra que no puede ganar”. Poco se puede esperar de cierto tipo de periodismo. Además de los millonarios pagos en publicidad institucional que recibían de esta misma empresa. Por cierto, efectivamente fue una guerra que no pudo ganar Cifuentes. Sin querer entrar a valorar la independencia de otros grupos mediáticos que solo ven la viga en su ojo derecho, sin embargo, no son capaces de discernir la análoga en el izquierdo.

Es triste comprobar como después de 8 años funestos de gobierno de José Luis Rodríguez con el PSOE, (por cierto, para que veamos el talante del personaje, ha terminado siendo cómplice de un tirano bananero que oprime y asesina a su pueblo), y otros casi 7 de gobierno para olvidar del PP con el inefable Mariano Rajoy, hemos terminado con un gobierno formado, en principio, con el único objetivo de convocar elecciones, pero que se aferra al poder con uñas y dientes. No obstante, cuenta con la desventaja de depender del apoyo de quienes le auparon a la más alta magistratura del estado, nada menos que secesionistas catalanes, ventajistas del Partido Nacionalista Vasco y chavistas de extrema izquierda de Podemos; cada uno de ellos con sus propias peticiones y presiones al gobierno, so pena de acabar con la legislatura de un plumazo.

Es triste comprobar como la sociedad se ha vuelto conformista y desprecia este sistema democrático que tanto ha costado conseguir y mantener. No tenemos más que volver la vista atrás para comprobar que, con nuestras luces y nuestras sombras (ningún país se salva, tan solo tenemos que mirar a nuestro alrededor), ningún tiempo, democráticamente hablando, fue mejor que este: hemos pasado por emperadores, reyes absolutistas, reyes constitucionalistas, repúblicas cainitas fallidas, dictaduras militares de todo tipo, supuestos gobiernos democráticos donde el término pucherazo se hizo famoso, entre otros. Y aun así, no valoramos el cambio radical que supone con respecto a la dictadura que vivieron nuestros padres y abuelos.

A pesar de todo, me alegra comprobar, que ahora, por fin, tenemos poder de decisión con nuestro voto, hay opciones. Tenemos un sistema que, a pesar de necesitar ser perfeccionado, funciona. Caen presidentes de gobierno o de partidos; la cárcel y la condena alcanza a importantes empresarios, familiares del propio rey, políticos sin distinciones. Queda todavía mucho por hacer; aunque somos una democracia joven, no lo duden, estamos en el buen camino, por mucho que haya intereses en desprestigiar y demoler este edificio que tanto ha costado construir, el cual queremos legar a nuestros hijos en mejor estado en que lo recibimos.

Es por ello que necesitamos desprendernos de esta partitocracia que se ha apoderado de nuestra sociedad; hay muchas personas bienintencionadas trabajando en estos partidos, sobre todo a nivel municipal, pero deben darse cuenta de que no tienen control sobre lo que se decide en las cúpulas dirigentes. La soberanía del pueblo español reside en nosotros, los españoles, los habitantes de este país provengan de donde provengan; nunca en una montaña, un trapo de colores, un idioma, o un partido político. Tenemos que recuperar la ilusión que se tenía al finalizar la dictadura por votar, porque nuestro voto sirviera para algo, para que el tan socorrido “cambiar las cosas” alcance otra vez su sentido. De nuevo, no tengo duda de que es posible, depende de nosotros, necesitamos otro mayo del 68 que reactive a la juventud. Los partidos tomarán nota rápidamente de las demandas de la sociedad. Debemos despertar y si un partido tiene que desaparecer, que desaparezca; inmediatamente otros surgirán para cubrir su hueco. Y si cumplen con su obligación, tendrán éxito, en caso contrario, estarán condenados a desaparecer.

 

 

 

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