Diego J. García Molina reflexiona sobre la educación en España

Ajedrez para educar

No cabe duda de que la educación es uno de los valores principales que debe ofrecer un gobierno realmente comprometido con la sociedad que rige. De esta forma el pueblo soberano es capaz de decidir, pensar y desenvolverse por sí mismo de forma independiente, contribuyendo justamente con el desarrollo de la propia sociedad. Desgraciadamente, a pesar de ser España uno de los países que más dinero invierte en educación somos también uno de los que peores resultados obtiene en todos los indicadores y pruebas de capacitación realizadas. No es el dinero, por tanto, el factor diferenciador en una educación de calidad.

Los gobernantes o sistemas de gobierno que buscan dominar a su antojo a sus conciudadanos tienden a embrutecer y deshumanizar a la colectividad para poder manejarla con más facilidad. Qué mejor método que desvirtuar o directamente eliminar la educación básica. En España me pregunto, a veces, si esto no es un plan buscado para que las nuevas generaciones tengan cada vez menos interés por adquirir conocimientos y se cuestionen la realidad diaria. Y a fe mía que, salvo cada vez menos excepciones, se está consiguiendo. Es frustrante escuchar a jóvenes balar consignas sin sentido que ni entienden, ni se molestan en estudiar, o informarse de manera independiente, a pesar de tener todo el conocimiento del mundo en su mano la mayor parte del día. En este caso de la educación, sí nos parece que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Sin nuestra inteligencia no nos distinguiríamos del resto de animales, es lo único que nos diferencia. Somos más lentos que casi todo el resto de mamíferos, tenemos menos olfato, menos vista, menos oído. Solo nuestra capacidad de razonar nos ha hecho ser superiores y dominar este planeta. Así como también la cooperación y el trabajo grupal, saber aplicar una estrategia adecuada para conseguir un objetivo final y común. ¿Alguien se imagina que, a pesar de la mayor inteligencia, hubiera sido posible cazar un mamut, por ejemplo, sin el trabajo de todos los cazadores de forma perfectamente coordinada?

Desde antiguo ha tenido fama la frase de que para tener una mente sana es necesario tener un cuerpo sano; por ello está recomendado hacer ejercicio a diario, si es posible, o al menos con cierta regularidad. En nuestros planes de estudios la educación física es obligatoria igualmente en todos los niveles, no obstante, hay un entrenamiento para nuestro músculo más importante que no termina de ser aprovechado como herramienta educativa para nuestros niños, y no tan niños.

El ajedrez no ha sido valorado en su justa medida, ni ningún partido político ha apostado de forma clara porque fuera una asignatura más en la enésima ley educativa, para de esta forma complementar, estimular y reforzar el aprendizaje. Como explica Leontxo García en una de sus charlas, el ajedrez nos enseña a ganar y a perder; es un juego donde la suerte no influye, gana quien se aprovecha mejor de los errores del contrario. Quien pierde es el que más aprende: reflexiona sobre por qué ha perdido y qué tiene que hacer para no cometer los mismos errores la próxima vez. Otras cualidades que se potencian son la empatía (imprescindible ponerse en la piel del contrario para ganar), autocontrol (pensar bien la siguiente jugada antes de un movimiento precipitado), disciplina, control y administración del tiempo (recordemos que las partidas tienen un tiempo limitado para cada jugador), aceptar los errores, buscar formas creativas para solucionar problemas, memoria, concentración… infinitas posibilidades. El mejor gimnasio para la mente.

Imaginad todos esos conocimientos, cualidades y técnicas aplicadas a la vida diaria. Solo con el entrenamiento y la rutina es posible conseguir que se ejecuten de forma automática, por instinto. Es por ello que se debería, a todos los niveles, fomentar e incentivar la práctica de este divertido y apasionante juego, deporte, arte, todo en uno. Somos actualmente el país que más torneos internacionales de ajedrez organiza del mundo, ¿a qué esperan nuestros dirigentes para invertir recursos en mejorar nuestra educación y dejan de dilapidar dinero en iniciativas inútiles que a casi nadie interesan?

 

 

 

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