El acoso escolar a través del prisma de María Bernal

Sepultemos el acoso escolar

Cada mañana, llegan con historias dispares. Cada mañana se sientan y antes de empezar hablan, se dan dos besos, se saludan, comparten vivencias del fin de semana, si es que se trata de un lunes.

A continuación, comienza la clase y entre redacciones, ejercicios o comentarios de texto, resúmenes y esquemas, hablan y hablan, se ríen y siguen hablando y escribiendo. Son sus vidas: esperanza, ilusión, estrés, diversión, risas, entre otros aspectos.

Son cuerpos llenos de luz y alegría, tienen una vida entera por delante y esta no tiene que ser interrumpida por el capricho de una persona a la que le gusta joder a otras, cuya personalidad es más débil.

La naturaleza tendría que ser justa con cada una de ellas y, además, el destino debería ser más paciente y concederles la oportunidad de volver a sonreír a esas víctimas martirizadas por culpa del acoso escolar, a pesar de lo oscuro que pueda ponerse el camino.

Este es mi día a día. Me dedico a educar, a enseñar, a escuchar y a aconsejar. No a adoctrinar, ni a formar a alumnos a mi imagen y semejanza, porque no soy un referente, solo una persona que, como amante de su profesión, quiere lo mejor para sus alumnos, y me esfuerzo demasiado para que sean personas correctas. Y, aunque, es una tarea dificultosa, la clave para no abandonar, es la paciencia. Y son muchos los compañeros que siguen también esta clave.

Mi única misión cuando entro al aula es querer seguir viendo este panorama día tras día, sin leer noticias sobre el punto y final en la vida de un adolescente. Sí, me refiero a esas noticias que informan sobre la muerte de un joven porque sufría acoso en clase. Esa víctima a la que nadie escuchó y todos eran cómplices por saberlo y no denunciarlo.

Como decía Pérez Reverte en uno de sus artículos sobre el bullying: “El silencio de los corderos y la risa de las ratas”: “Porque, asquerosamente, es así.  -Yo no me meto, paso, no quiero rollos -afirma la mayoría de jóvenes que, lejos de ser personas solidarias en estos temas, callan por miedo o porque no les salpica a ellos directamente. Pero después, si las consecuencias son trágicas son los primeros que, tras la máscara de la hipocresía, inundan las redes con fotos y mensajes de despedida. Porque esto les encanta. No sé si llamarlo arrepentimiento, o limitarme a escribir que solo es el postureo, convertido ahora casi en un valor universal, inculcado a los niños desde que nacen”.

Y esto, ¿para qué? ¿Para que los followers dibujen un perfil de la personalidad de la que careces? Es en vida, cuando hay que prestar apoyo, después, es demasiado tarde.

Ningún adolescente debería sufrir el martirio que muchos sufren, porque al gilipollas de turno se le ocurra la sucia idea de humillar al gordito, al gafotas, a homosexuales, a los bajitos, a los tímidos…En definitiva, a los que se distancian del paradigma que los agresores consideran el del guay de turno. Cuando más que guay o enrollado, se convierte en un ser patético, ese que se debería quedar solo por un tiempo, para notar en sus propias carnes lo que es sentirse humillado en todo momento. Porque es así cómo uno se da cuenta de la realidad. Y parecerá que esta solución es cruel, pero más atroz es ver los ojos de tristeza de una persona que sufre bullying, y que tan poca ayuda recibe. Y si no, que se lo pregunten a esas madres que ante estas condiciones se sienten desamparadas, desesperadas y sufriendo segundo a segundo.

Por tanto, dejad de una puñetera vez de meteros con el que está a vuestro lado, dejad de insultarlo y dejad de comentar fotos en las redes sociales con el fin de amargarle la asistencia a ese compañero. Que en el espacio virtual sois muy valientes, y más si usan perfiles falsos.

Si él o la que está a tu lado insulta, adviértele, y si no cambia su actitud, apártala de tu vida. ¿Sabes por qué? Porque quizá acabes con los sueños de alguien, que, al igual que tú, quiere ir construyendo su vida, quiere salir, quiere ir a echarse fotos, quiere estrenar ropa, quiere ir a la pizzería con sus amigas, quiere participar en el festival fin de curso de su gimnasio o escuela de baile, quiere ponerse tacones o esos pantalones de pitillo tan a la moda, quiere celebrar su cumpleaños con una banda, en la que ponga «eres la mejor», quiere celebrar Santo Tomás de Aquino e ir a las famosas comidas, quiere enamorarse. En resumidas cuentas, quiere ser feliz como cualquier adolescente de su edad.

Solo tú eres el responsable de que esto no suceda. No es más hombre, ni más mujer, la persona que insulta a otra, todo lo contrario, sino aquellos que con su actitud son un ejemplo para la sociedad. Las personas que acosan no merecen atención alguna, salvo que recapaciten, se dejen ayudar (porque tal vez tengan un problema) y comiencen a actuar adecuadamente.

Todos tenemos problemas. Incluso muchos, una vida desestructurada; pero eso no te da derecho a pagarlo con alguien que no tenga la culpa. Puedes pedir ayuda y evitar esta catástrofe. Ahora, si eres la típica persona prepotente, que disfruta con tal actuación, olvídate de formar parte de mi vida. Este es el mensaje que deben captar esos que observan, callan y, finalmente, se lamentan.

Vamos a acabar con el acoso escolar, vamos a apartar de nuestras amistades a esas personas tóxicas que se convierten en verdugos de nuestras compañeras y compañeros, vamos a dejar que todas las chicas y todos los chicos tengan la oportunidad de seguir viendo la luz del sol todos los días.

 

 

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