El adoctrinamiento, por María Bernal

Espabilen que nos adoctrinan

Hace semanas, un partido político, que está gobernando por coalición con otros dos, aquí, en la Región, informaba que en Murcia iba a ser reforzada la inspección educativa (¡ya era hora!) con el fin de vigilar al profesorado para que este no adoctrine a sus alumnos en clase. Sí, creo recordar que en los planes de estudios universitarios hay asignaturas para mejorar la oratoria en adoctrinamiento. Y ahora en serio,  ¿qué mierda de medida es esta? ¿Qué es lo que están haciendo? Estamos hasta las puñeteras narices de reivindicar un sistema más justo, para que ahora nos vengan con sandeces como estas.

Retiro, por tanto, lo de “¡ya era hora!” porque no existe motivo de alegría en mí, tras esta inadmisible e inservible medida, que parece ser de vital importancia en nuestra bonita Región y dejada de la mano de Dios, cuando en realidad hay temas de peso que sobrepasan lo mayor y que claman al cielo, con todas sus ganas, reformas inminentes que son eludidas por los responsables de las mismas, ya que es prioritario, insisto, es importantísimo controlar todo tipo de posible adoctrinamiento al que se dedican los docentes en los colegios e institutos, según la Administración. Para más inri, y después de leer la noticia completa, me hace bastante gracia esta idea de última hora, teniendo en cuenta que soy de Cieza, y ya saben que tal vez sea una ciudad con un centro de cuyo nombre no quiero acordarme en el que…ya saben a lo que me refiero.

Señoras y señores, espabilen de una puta vez (que les gusta quedarse bien a gusto en casa, ahí a pata ancha en su sofá, esperando a que otros, los pardillos, valientes en realidad, les solucionen la papeleta). Sean conscientes de que se está prestando servicio a un sistema educativo en el que las precariedades son indiscutibles y gritan a viva voz cada vez que se entra a un aula: clases masificadas (porque no les da la real gana de invertir el dinero preciso para contratar a más interinos), ausencia de aulas de acogida para alumnos de incorporación tardía (¿para qué? Anda y que aprendan árabe, ruso, alemán, turco y todas las lenguas habidas y por haber los que se dedican a enseñar; total, ellos seguramente van a llevar a su hijos a centros privados para que no se mezclen con esta situación, hecho que respeto, pero no comparto como ciudadana que paga bastantes impuestos para mantener el estado de bienestar social), falta de aulas de compensatoria, falta de recursos varios, entre otros.

Y es entonces (como nos gusta decir aquí en Cieza), cuando llega un profesional quizá de la política, porque de educación parece ser que no está demasiado informado, y con los graves problemas que hay en esta Región y en este país, muestra una preocupación notoria al considerar que los profesores les lavan el cerebro a sus alumnos.
Educación es un sector que precisa urgentemente un lavado con amoníaco para desinfectar todos los virus que han ido penetrando en este organismo. Pero no, estamos más preocupados por vigilar y controlar a los docentes.

¿De verdad estos señores tan doctos en el arte de enseñar (habría que corroborar tal afirmación) conocen a las nuevas generaciones de estudiantes que están más pendientes de retocar la foto que van a publicar en sus redes sociales que de saber, por ejemplo, que Lope de Vega fue el autor más prolífico del género teatral en el Barroco a nivel mundial, entre otros aspectos? ¿Esto es adoctrinar? ¿O esto es culturizar?
Vamos poniendo los puntos sobre las íes y a comprobar verdaderamente dónde se adoctrina. La palabra adoctrinar, con prefijo y morfema de desinencia verbal, proviene del latín doctrina-ae, cuyo significado es fundamentalmente el de enseñar, educar. Ya partiríamos de un problema de base etimológico. ¡Ay! ¡Qué importante es la enseñanza de las lenguas clásicas para entender el mundo! Y es cuando me acuerdo de mi gran compañero Arístides Mínguez, profesor de Latín y fiel e inagotable defensor de la necesidad de las letras clásicas. ¿Y saben por qué? Porque con ellas aprendemos a escribir correctamente y a expresarnos con elocuencia (actos muy escasos en el panorama que dirige nuestro país). Pero seguimos más preocupados por las dichosas doctrinas.

Ahora bien, ¿qué enseñar? Pues eso va a depender, por un lado del centro y sus ideales (ahí es donde la inspección debe invertir tiempo para controlar), por otro lado, de la personalidad de cada profesor y de su capacidad para dejarse convencer por sus directivos. Y es que todavía existe el miedo a la represión, cuando lo verdaderamente esencial y competente es tomar decisiones por iniciativa propia y no porque nos aprieten las tuercas los de arriba.
Desde mi punto de vista, la persona que se dedica a enseñar, aquella, a la que le apasiona este arte, no se levanta planeando qué ideas políticas va a llevar al aula para convencer a sus alumnos sobre qué partido hay que votar o sobre que ideología es la que más les conviene a ellos o a sus padres, los votantes. Y miren que en clase de Literatura, cuando se explica en el aula la poesía de Luis Cernuda, Antonio Machado, Federico García Lorca o Pedro Salinas, dan ganas, no de adoctrinar, pero sí de mostrarles cómo el régimen franquista sepultó la continuidad de las letras, la ciencia o el arte durante los años de barbarie.
El profesor sabio, coherente y políticamente correcto (tengo el placer de conocer a muchos), escasos, pero incomodando a los que no dan palo al agua, prepara, por ejemplo, sus clases de Literatura buscándole la esencia y los sentimientos a cada texto, intentando conseguir que el alumno sea capaz de apreciar y alabar el legado cultural y literario español, porque a fin de cuentas, y a pesar de todas las adversidades a las que se ha enfrentado, es excelente. El mejor a nivel mundial, en mi opinión

Estimada Consejería de Educación, dé la orden a los inspectores de que entren a las aulas, inmediatamente, pero no para comprobar los ideales que intentan ser transmitidos (porque yo no los he visto rondando en los centros en los que he trabajado) sino para que vayan tomando nota de todo lo que esta Región necesita en la materia pendiente de Educación. Pero ¡ojo!, entren a centros de Primaria, de Secundaria, públicos y concertados. A todos, no vaya a ser que la etiqueta de “adoctrinadores” solo la tengan las de un bando, cuando, probablemente, las doctrinas que inculquen constantemente en este penoso siglo de incivismo sean las de solidaridad, respeto, tolerancia, paz, honradez y humildad.

Si el régimen de Franco silenció a tantos y tantos eruditos, medidas como estas no benefician a la enseñanza de calidad (puesto que vienen a ser una forma de distraer al ciudadano para que no se empape del panorama actual e inestable), van a sepultar el esfuerzo, el sacrificio y la dedicación desmesurada de tantos y tantos profesores cuyo único fin es salvaguardar aquello que, al parecer, se están cargando: la educación.

 

 

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