El ‘Día del Orgullo LGTBi’, por Diego J. García Molina

Derechos fundamentales

Este fin de semana se celebrará, un año más y con toda normalidad, como debe ser, las marchas del orgullo gay, o ampliadas LGTBI, incluyendo a lesbianas, transexuales, bisexuales e intersexuales. Lo que nos parece, salvo a algunas excepciones, una celebración festiva con ánimo reivindicativo no siempre ha tenido la aceptación actual. Aunque hoy sea difícil sde creer (el adanismo de todas las generaciones es un hábito insoslayable), hace 50 años en Estados Unidos, el país de las libertades, los gays eran considerados como enfermos mentales o pervertidos sexuales; en todos los estados menos Illinois era delito el sexo entre personas homosexuales consensuado en el ámbito privado, es decir, en tu propia casa. Podían ser multados o incluso encarcelados durante años. Internados en instituciones mentales; y prácticas como lobotomía y electroshock eran usadas para intentar «curar» a los homosexuales.

La persecución y acoso en todos los ámbitos eran habituales hasta que, en el contexto de las protestas raciales, en contra de la guerra de Vietnam y otros factores contribuyeron al estallido de los disturbios de Stonewall, Nueva York, en junio de 1969. Una redada de madrugada en este bar del Village neoyorquino encendió la mecha de las protestas contra la opresión que sufría este colectivo. Desde entonces, para conmemorar la fecha, en muchas ciudades del mundo se realiza, principalmente, un desfile festivo.

Los dos últimos años he participado en la marcha de Madrid junto a mis compañeros de UPYD; en 2017 fue escogida incluso como sede del World Pride, evento a nivel mundial donde se realizan actos culturales y festivales de música además del conocido desfile. Un año antes estuve en el desfile de Cartagena con otros compañeros. En esta ocasión, en Madrid, debido a la politización de este acto, los organizadores habían decidido que no asistieran partidos políticos, y la verdad, no lo veo mal, en estos últimos años todo lo que toca la política se envilece. Al final no ha sido así y UPYD de nuevo está invitada.

Afortunadamente, estos actos tienen ya poco de reivindicativo, y más de festivo, al ser España un país pionero en derechos y libertades y no existir discriminación por razón de sexo, orientación sexual, religiosos, ni de ningún otro, a pesar de que asistimos asombrados a la presión nacionalista para disponer de privilegios sobre el resto de los españoles por razones de lengua regional o incluso raza, como arguyen los supremacistas vascos y catalanes.

Por desgracia, estos derechos únicamente son disfrutados en las llamadas democracias de corte occidental, aunque estén distribuidas por todo el mundo. Miles de personas son perseguidas por su orientación o identidad sexual en muchísimos países, demasiados, y se está perdiendo terreno en esta lucha. Asistimos horrorizados como en teocracias islámicas (Irán, por ejemplo) se asesina ahorcando en grúas públicamente a homosexuales, mientras la mujer es oprimida sin compasión. ¿Qué resoluciones toma Naciones Unidas antes estas flagrantes violaciones de los Derechos Humanos? ¿Qué hacen los gobiernos democráticos haciendo negocio con estos países sin pedir contrapartida exigiendo acatar la Declaración Universal de los Derechos Humanos? Queda mucho todavía por hacer y derechos por conquistar para millones de personas. Sin ánimo de querer marcar la agenda a nadie, este debería ser el objetivo prioritario de los colectivos LGTBI desde hace años, no pueden discriminar en su denuncia a tantos inocentes oprimidos por haber tenido la mala suerte de nacer en el país equivocado. A veces, no somos conscientes de la suerte que tenemos.

PS: Eso no significa que en España no sucedan casos de homofobia y discriminación; no obstante, están protegidos por la ley. La sociedad no es perfecta y es muy complicado erradicar por completo esta clase de comportamientos, abusones e incívicos existirán siempre, la diferencia se encuentra en la forma en que la población reacciona ante estas situaciones de acoso y maltrato.

 

 

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