La manifestación de Colón por Antonio Balaslobre

Más ruido que asistentes

Hay insultos que acaban saliendo por la culata. Como los de Casado al presidente del gobierno, dignos de figurar en la borgiana Historia Universal de la Infamia, que llevan tal carga política explosiva que no hay sentido común que los aguante.

O concentraciones que te dejan con el culo al aire. Como la de Colón, donde las tres derechas no consiguieron reunir a más manifestantes que los que convoca el independentismo cualquier fin de semana para irse de merienda.

Es lo que tiene la desmesura. Que tiende a la caricatura, a la deformación grotesca. De modo que se puede pasar de la crítica legítima al esperpento en menos que se pasa de cursar un máster fantasma a presidir de rebote un partido. O de diputado de carne y hueso a ridículo personaje guiñolesco.

No creo que lo que ocurrió el domingo fuera lo que esperaban los organizadores. Me refiero a Rivera y Casado. Parecía un envite fácil y ha resultado, no diré un fiasco, pero sí un pinchazo. No fue desde luego la manifestación histórica con la que ellos soñaban. La que levantaría a las masas para derrocar al gobierno. Ahora bien, tampoco hay que subestimar a 45.000 personas que salen a la calle para echar a un presidente. Que la crispación, los insultos, la división de los ciudadanos entre “españoles de bien” y malos españoles, o la patrimonialización de la bandera, la patria, la democracia, las instituciones… o sea, todo lo que es la res publica, no haya dado los frutos esperados ahora no significa que nos los pueda dar en un futuro.

De momento, la foto de las tres derechas en Colón y la ruptura del diálogo con los independentistas ha sido en estas fechas como un regalo de San Valentín para Sánchez. Lo reconcilian con su electorado con quien estas últimas semanas estuvo a punto de rompérsele el amor. Y momentáneamente también con su barones. La ruptura con el independentismo, después de días de esquizofrenia semántica a cuenta del “relator”, lo ha salvado en el tiempo de descuento de la catástrofe. La foto ofrecida en bandeja por la derecha unida le da de nuevo alas a este “resistente” a la hora de encarar las próximas elecciones que, salvo algún coup de théâtre en la improbable aprobación de los Presupuestos, están a la vuelta de la esquina.

Con motivos o no, lo cierto es que había mucha gente inquieta por cómo estaba afrontando Sánchez el problema catalán. No por su falta de constitucionalismo, que está fuera de toda duda, pero sí por la deslealtad y alevosía con que estaban respondiendo los independentistas a esas necesarias ofertas de diálogo. Sumidos en un caos impresionante, los Puigdemont, Torra y demás no son de fiar. El comienzo del juicio al procés los imposibilita, por otra parte, para alcanzar cualquier acuerdo que no sea de máximos.

No se dirá que Sánchez no lo ha intentado, pero debería olvidarse ahora de lo que no puede ser y además es imposible y centrarse en sacar adelante todas las medidas sociales que estén a su alcance antes de la cita electoral.

Esta concentración, con más ruido que asistentes, concebida para tumbarlo, lo ha resucitado.

 

 

 

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