El legendario Treatro Romano de Cartagena

El  Teatro Romano es una de las joyas del patrimonio de la Región de Murcia. A través de su leyenda y funcionamiento se explican los orígenes romanos de esta tierra milenaria y el poso cultural que ha dejado en ella

Javier Gomez

La cultura llegó a tierras hispanas merced a la conquista de éstas por el nuevo y poderoso imperio que alumbraría a la tenebrosa Europa. El Imperio Romano aún perdura en nuestro modo de vida. De hecho, es la base de nuestra civilización. Las democracias occidentales, y los pueblos colonizados por ellas, se fundamentan en el derecho romano. Los romanos expandieron la filosofía y la democracia, heredadas de los griegos, y trajeron sus entretenimientos culturales, como la interpretación dramatúrgica y la poesía, a territorios que desconocían la escritura. Tan poderoso fue el impacto de los nuevos amos y la integración de los conquistados con ellos que, siglos después de la caída del Imperio, tanto los bizantinos, denominados como el Imperio Romano de Oriente; como los germanos, con el Sacro Imperio Romano-Germánico, se postularon como los sucesores de éste intentando, en vano, mantener viva la llama civilizadora que se extinguió con la decadencia romana y sumió en la oscuridad a Europa durante la Edad Media. Los propios pueblos, considerados bárbaros, que provocaron su caída no impusieron sus costumbres ni su lengua en los territorios conquistados a los romanos, sino que se asimilaron con la superior civilización romana. Ese es el caso de los visigodos en Hispania, los francos en las Galias y los ostrogodos en Italia. Aunque, eso sí, se mantuvieron en el más alto escalafón social debido a su condición de conquistadores.

La actual Cartagena ha pasado por diversas vicisitudes a lo largo de su dilatada historia. Fue fundada por los cartagineses, herederos de los fenicios, a los que debe su nombre y arrebatada a éstos por los romanos con la caída de los cartagineses en las Guerras Púnicas. Se transformó de esta manera en una de las provincias hispanas del Imperio. Posteriormente se convirtió  en baluarte bizantino, tras la invasión visigoda, con el nombre de Carthago Spartaria y como capital de la provincia bizantina de Spania, que abarcaba todo el sur peninsular. También fue sede episcopal durante la Baja Edad Media; región marítima y militar; bastión del cantonalismo en el siglo XIX y actual sede de la Asamblea Regional de Murcia. Sin embargo, a pesar de su milenaria historia, albergó en el propio corazón de la ciudad un tesoro secreto, del cual no existía ninguna referencia histórica: el Teatro Romano.

Descubrimiento

Fue descubierto por casualidad en 1988 por un catedrático de la Universidad de Murcia, el Dr. Sebastián Ramallo Asensio, cuando se iba a construir el Centro de Artesanía Regional. Su construcción data de los años 5 y 1 antes de Cristo y en 1999 fue declarado Bien de Interés Cultural. A los pies del Monte de la Concepción, y debido a la sucesión de barrios y la superposición parcial de la Catedral Vieja, permaneció oculto, durante dos milenios, el centro de reunión cultural de los patricios cartaginenses y el foco de la máxima expresión cultural de la vieja Carthago Nova. Esta ocultación a lo largo de los años ha hecho posible que se conserve la práctica totalidad de la obra.  Poseía un aforo de 7000 espectadores y podemos imaginar las grandiosas representaciones dramáticas que se albergaban en tan majestuoso recinto. Se edificó en honor a los nietos del emperador Octavio Augusto, Cayo César y Lucio César, puesto que sus nombres aparecen en los dinteles de mármol gris que estaban situados en los accesos occidental y oriental, y que permite la datación de su construcción.

Estructura

El teatro sigue el modelo arquitectónico propuesto por Vitrubio, es decir, situado en la ladera de un monte, con orientación al norte y protegido de los vientos del sur. Consta de un frente escénico, compuesto de una doble hilera de columnas en mármol rosa, y capiteles en mármol blanco; una orchestra, que era el semicírculo situado frente a la escena donde se acomodaban las autoridades de la época; una cávea, el graderío en el cual se situaban los espectadores en función del rango social que ostentaban y que se articulaba en tres sectores horizontales, divididos a su vez por cinco escaleras radiales en la ima y siete en la media y summa cavea; un proscenio, el espacio delantero de la escena y un patio portificado situado detrás de la escena.

Ocupaba una extensión de 5000 m2 de los que unos 2000 m2 corresponden al pórtico. También disponía de altares, alzados en tres exedras semicirculares emplazados justo enfrente del podium de la escena y que representan los símbolos de la Tríada Capitolina: Juno, Júpiter y Minerva.

El Teatro disponía de una escultura del Apolo Citaredo, presidiendo la valva regia o puerta central de la fachada escénica, que simbolizaba a una divinidad venerada por Augusto tras su victoria en Actium. Además el relieve de Rea Silvia remite a los orígenes de Roma.

Está excavado en la roca del Monte de la Concepción y en su construcción se emplearon diversos materiales como el travertino, procedente de Mula; las calizas grises, extraídas de la zona del Mar Menor y las areniscas amarillas, traídas de la localidad cartagenera de Canteras. Por el momento se han conseguido recuperar 28 capiteles corintios de mármol blanco tallados en un reputado taller de Roma y que correspondían a la donación imperial de la obra.

El museo

Se aprovechó el antiguo palacio Pascual de Riquelme para conservar las joyas arqueológicas que sucesivamente han salido a la luz debido a las excavaciones que han tenido lugar. En él se albergan jarras, ollas, platos y los más variados objetos. Se contemplan en el denominado Corredor de la Historia. Además, se puede disfrutar de una recreación de la zona a lo largo la historia: desde el barrio portuario de época bizantina a la Medina de Qartayanna al Halfa. También desde el Arrabal Viejo, de los siglos XVI y XVII hasta el Barrio de Pescadores, del siglo XVIII hasta el XX. Esta continua sucesión de barrios y estructuras en el mismo lugar explicaría en cierta manera el desconocimiento que se había tenido históricamente del Teatro Romano, que permaneció oculto según iban cambiando las estructuras de la ciudad y sus habitantes. En las salas del Museo, el visitante, podrá contemplar también los capiteles corintios labrados en mármol de Carrara, la Triada Capitolina, la Rea Silvia y el Apolo Citaredo.

Finalmente, el recorrido museístico terminaría en el propio Teatro Romano a través del denominado Corredor Arqueológico, que conecta el Museo con éste mediante un túnel subterráneo, situado bajo la Iglesia de Santa María, desde el que se divisa un tramo de la muralla de la medina islámica, las nuevas estructuras cristianas acaecidas después de la Reconquista y los restos de una vivienda romana.

A modo de conclusión

A modo de conclusión  Nuestra rica historia es magnífica y es un legado de lo que somos en realidad; de dónde venimos y hacia dónde vamos. Conocer nuestros orígenes nos ayuda a comprender muchos de los sucesos que acaecen en la actualidad dentro de nuestra sociedad y, también, nos permite conocernos mejor a nosotros mismos.

El descubrimiento del Teatro Romano de Cartagena nos muestra cómo era la sociedad de aquella época y cuáles eran sus entretenimientos. Se tuvo la inmensa fortuna de que los restos, debido a la superposición de barrios y su ocultamiento bajo ellos, se conservasen en un magnífico estado que, quizás, no hubiera sido posible de mediar las inclemencias del tiempo y de los hombres a lo largo de los años.

Este yacimiento nos dice mucho sobre nuestros antepasados y nos dirá más en los años venideros gracias, en gran medida, a la buena actuación de los órganos competentes en la materia. Por ello es por lo que se debe redundar en la conservación de nuestro patrimonio regional y evitar sucesos como, por ejemplo, el de los restos del arrabal árabe de San Esteban, en Murcia. Ya que éstos estuvieron en serio peligro de perderse al primar los intereses económicos frente a los históricos por la construcción de un parking subterráneo que, paradójicamente, fue la que los descubrió. Si no llega a ser por la presión ciudadana, que aseguró la conservación de los restos y detuvo la construcción final del parking, se podría haber causado un importante deterioro del yacimiento. Los países europeos, debido a sus prosperas civilizaciones de épocas antiguas, poseen una tremenda riqueza cultural con respecto a otros continentes donde los países son relativamente jóvenes, con muy poca historia y monumentos. A ello también se une que en otros continentes la población indígena, al no estar tan avanzada como en Europa, no pudo crear grandes monumentos. Aunque tenemos afortunadas excepciones en las culturas china, egipcia, maya y azteca, por ejemplo.

La historia cultural y monumental de Cartagena y de la Región de Murcia se remonta a casi tres milenios y, por tanto, debemos ser conscientes de la importancia de la conservación de nuestro patrimonio para estudio y deleite de nosotros mismos y de las generaciones venideras. Países tan poderosos actualmente como Estados Unidos son susceptibles de envidiar este patrimonio, pues su historia se remonta a apenas 200 años.

Es por todo ello por lo que, desde estas líneas, me gustaría animar a todos los murcianos a que visiten y disfruten tanto del Teatro Romano de la vieja Carthago como de todas las magníficas e históricas obras de arte que documentan nuestra tierra y persisten incólumes en su mayoría.

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