Los cementerios de Cieza, por Manuel Eloy Semitiel

LOS CEMENTERIOS DE CIEZA

Por estos días empieza el otoño, quizás con algún grado de más. Se acercan los últimos días de octubre y sería interesante mirar cómo vivían los ciezanos estos días y se preparaban para el otoño y el invierno que tenían que afrontar. Por estos días era y es costumbre acercarse a los cementerios en recuerdo de aquellos familiares y amigos que ya no están. Se les recuerda y se les homenajea, visitando sus tumbas y depositando un ramo de flores o algún cirio que dé luz a la noche de ánimas (noche del día 1 al 2 de noviembre). En realidad la conmemoración de los fieles difuntos en España es el día 2 de noviembre, pero tenemos costumbre de ir a los cementerios el 1.

Repasando la historia han sido muchos los lugares a través de los siglos donde los ciezanos hemos depositado a nuestros difuntos. El primer cementerio se ubicaba en la actual calle del Calvario, también denominada osario en los callejeros antiguos de Cieza. Esta calle está situada en la actualidad a mano derecha bajando por la calle Cabezo, justo en el centro del Cabezo. Calle del Calvario u Osario, donde estaba el primer cementerio de la villa de Cieza, a las afueras y cerca de la villa.

Con los años y debido a la expansión del pueblo, el cementerio se trasladó al solar donde está actualmente el colegio Santo Cristo del Consuelo, actualmente en el centro de la ciudad, antes eran las afueras de Cieza. Ya en el siglo XIX, su ubicación es la actual: el cementerio del Santísimo Cristo del Consuelo. Cercano al pueblo pero en lugar ventilado (ya que los entierros de antes se hacían a pie llevando a hombros a los difuntos), alberga tumbas de ciezanos famosos, tales como la tumba de D. Diego Tortosa, D. Antonio Pérez; o pintores de la fama de Manolo Avellaneda, Cayetano Toledo; escultores de la talla de Manuel Juan Carrillo o Juan Solano, entre otros muchos ciezanos y ciezanas de fama.

No quiero dejar de mencionar otros cementerios que todavía se conservan en el casco urbano. La misma Basílica de la Asunción alberga enterramientos en todas sus capillas, y justo las capillas donde actualmente se venera al Stmo. Cristo de la Agonía, la Virgen de la Piedad, San Juan y la Virgen de Lourdes, eran hasta el siglo XIX otro cementerio, pegado a los muros del actual templo que fue convertido en estas dos capillas para agrandar más la actual Basílica, tal y como hoy la conocemos.

El convento de San Joaquín y San Pascual también alberga enterramientos en sus capillas  pero el más importante es el «vaso» que tiene debajo, donde reposan los franciscanos que en su día fallecieron en este convento ciezano, entre ellos el Padre Fray Pascual Salmerón, primer historiador de la Villa de Cieza, fallecido a finales de enero de hace más de doscientos años.

No olvidemos tampoco los enterramientos en el «vaso» que se conserva debajo de la capilla conventual de las madres clarisas de nuestra ciudad, ya tapiado y recubierto del actual piso de mármol blanco. Pero en el huerto de dicho convento de clarisas se conserva el actual cementerio de las monjas, algunas conocidas por mí, como sor Piedad, sor Josefina(que fue priora) sor María Victoria que cuidaba de la huerta del convento, o la muy querida sor Pilar(abadesa de este convento muchos años y recientemente fallecida) ,o sor Clara, la organista, todas muy queridas por mí porque pertenecen a ese período infantil y juvenil donde todavía perdura y perdurará ese recuerdo imborrable de su memoria y cariño.

Por estos días los ciezanos se afanaban en tener todo preparado para elaborar «carne de membrillo», o boniatos asados, castañas asadas, y prepararlo todo para la matanza de los próximos días. Los huertanos hacían sus matanzas o el día de San Martín o ya cerca de la Navidad, pues tenían carne de cerdo en sus casas todo el año, conservada en tinajas con aceite o los buenos jamones que distribuían para todo el año. El tener un cerdo en una casa suponía no pasar hambre y con lo que daba la huerta en cada tiempo era el sustento de los hogares ciezanos. Eran otros tiempos más sencillos.

Debemos mantener la bendita tradición de visitar a los difuntos. Además de ser una obra de misericordia, es sin lugar a dudas un reconocimiento a aquellos que ya no están entre nosotros: padres, madres, familiares queridos, buenos amigos, benefactores, que duermen en nuestros cementerios. Recordemos que cementerio significa cuidad dormitorio, no es una necrópolis donde hay muertos. Para los creyentes están durmiendo. Un cementerio es un lugar sagrado, tierra bendecida donde hay que entrar con respeto y por respeto a los que allí duermen. Hay que ir con educación, no es un lugar de juerga ni de recreo. Ni tampoco es un lugar turístico donde acercarse a curiosear. A los difuntos se les debe respeto, al lugar donde están también: cuidar de sus tumbas o panteones con decoro y que sea un lugar limpio y decente donde solo el recogimiento y la oración tiene cabida. Recuerda que todos iremos a este recinto santo. Para unos es el final, para el creyente no. Es un lugar donde se reposa, se duerme esperando despertar. Recordemos las palabras de San Pablo que nos dice: «En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, los muertos despertarán al toque de la trompeta final porque resonarán la trompetas y los muertos resucitarán». La eternidad es un instante, un abrir  y cerrar de ojos, igual que cuando dormimos nosotros cerramos los ojos y no sabemos el tiempo que dormimos, y a la mañana siguiente nos despertamos. Igual es la eternidad, un abrir y cerrar de ojos. No perdamos la hermosa costumbre de ir a visitar a nuestros seres queridos. Es un acto de amor infinito, además de una obra grande de misericordia.

No veo con buenos ojos la llamada fiesta de Halloween. Primero porque no es española. Y segundo, me parece absurda y a veces asquerosa. Luego se debe cuidar la tradición española de la noche de ánimas, es lo nuestro. Es un día al año donde recordamos a los que ya no están. N o es una fiesta de disfraces o una juerga festera carnavalesca, es algo con un profundo sentido del respeto, de memoria, de recuerdo sincero y memorial de algo más grande. Es un día de recuerdo y esperanza, no un carnaval.

 

 

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