Nadie

Antonio-Balsalobre-cronicas-siyasaDicen los ortodoxos que cada cual obtiene lo que merece y que el tiempo pone a todos en su sitio. Pamplinas. Esta vida es cualquier cosa menos necesariamente justa. En espera de un cielo incierto y quién sabe si ecuánime, haríamos bien en mejorar las cosas por aquí abajo. Nada esperen de los poderosos. La Historia es insistente en esta enseñanza. Toda catársis ha sido gestada desde abajo, mas las revoluciones no debieran ser para cambiar las élites y la estética sino por la libertad del alma y por la justicia de los hombres. Si así no hubiere de ser, por lo que más quieran, no hablen de revolución que es una palabra casi sagrada. Hablen de enajenacion, que algunas de éstas ha habido.

En apariencia, el Nazareno nos hizo iguales ab initio e in fine. Todos nacimos desvestidos y, antes o después, pereceremos. He aquí dos verdades empíricas contra las que los dineros o rancio abolengo de papá nada podrán hacer. Millones de personas, por un maldito albedrío, vienen a este mundo en tales condiciones de miseria, carestía o crueldad que apenas tienen margen para la esperanza. Suerte que, entre nosotros, haya humanos con humanidad que marcan diferencias con tanto orangután erguido y suelto.

Otros, con más fortuna, hemos tenido un techo bajo el que cobijarnos, comida en la mesa y una familia que nos quiso. Circunstancias no menores que, de partida, nos dan cierta ventaja para encarar el camino.

Tenemos distintas habilidades y dispares patrocinios, lo que, sin duda, determinará parte de nuestra suerte. Olvidaba el azar; ese monstruo desbocado, bondadoso a veces, inmisericorde otras. La enfermedad, la soledad o la muerte de alguien a quien queremos puede llevarse nuestros sueños y alegrías por delante; sin previo aviso, además. Me temo que la vida, como la muerte, es un misterio indescifrable.

Nadie somos en realidad y cuando así lo entendamos, comenzaremos a ser alguien de verdad. No es un disparatado juego de palabras sino una férrea convicción. Una cometa al arbitrio del viento, una rama río abajo, apenas un susurro en la eternidad de los tiempos. ¿Qué somos sino eso? Es inútil; nada controlamos; ni la propia respiración. Lo he dicho alguna vez y lo volveré a repetir. He conocido a grandes personas y en todos ellos había un denominador común: la humildad. Una humildad no fingida ni postiza sino sincera y auténtica. Si el destino, en algún momento, nos pone arriba, aprovechemos la oportunidad para hacer el bien, para ser ejemplares, para dar luz en la obscuridad. Nos iremos como vinimos; libres de equipaje mas de nosotros depende hacer felices a quienes nos acompañan y que este mundo sea algo mejor.

No pierdan su tiempo en hallar seguridad ni en perversas deidades. No desperdicien la vida en morir en vida. Mientras el azahar nos impregne en primavera y la lluvia rocíe nuestra frente; mientras podamos entrelazar nuestras manos y sostener la mirada, haríamos bien en sonreir y en amar y en vivir.

 

¿Dónde estás, Nazareno

que a mis lamentos solo el eco responde

dónde estás? ¡por Dios bendito!

Dime dómde e iré en tu busca.

 

¿Dónde estás,mientras pequeños esqueletos

deambulan entre buitres y la muerte les ronda,

dónde estás?, dímelo. ¿Qué te cuesta?

Que he de contarte muchas cosas.

 

¿Qué mal hicimos

que fuimos reprendidos aun sin haber nacido?

Si tú moriste para vivirnos

¿por qué muchos, aun sin morir, agonizan en vida?

 

Nada somos. Lo sé. Salvo una pluma en tu mano.

Te ruego, te imploro, te exijo

que regreses para quedarte.

Que estamos solos y nos haces falta, como el aire.

   Fdo. José Antonio Vergara Parra.

 

 

 

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