Palabra

Antonio-Balsalobre-cronicas-siyasaQuienes amamos el verbo andamos en busca de la belleza, desde la íntima convicción de que solo puede advertirse donde hay verdad. Donde hubiere embuste y crueldad no reconozco  belleza alguna y, de haberla, me es absoluta y radicalmente indiferente.

La palabra, aun bien escogida, es  siempre una burda aproximación a realidades muy hermosas o terribles que terminan por desbordar todo intento de definición literaria. La poesía es el arte de la palabra que más y mejor ha descrito alegrías, fatigas y quejidos. Hay versos sublimes que se han acercado bastante a aquello que se ha pretendía definir. Hasta el punto de que algunos de ellos son algo así como una metonimia poética, pues definen con tal brillantez el concepto que lo trascienden y para referirnos a él acudimos en auxilio de alguna estrofa. La palabra escrita, como cualquier expresión cultural, es un instrumento insuficiente pero necesario para que el alma transpire.

Si estamos atentos comprobaremos que las más hermosas páginas las escriben los ángeles, aun sin estampar una sola letra. Porque los ángeles, definitivamente, existen. Los he visto en hospitales, vestidos como payasos y sacando una sonrisa a niños muy enfermos. A otros les vi  con batas blancas, pendientes de nuestra salud y hasta de la propia vida. Es habitual encontrarlos mitigando fuegos o sacándonos de entre los escombros o de un amasijo de hierros. Otros muchos andan lejos (o muy cerca), ligeros de equipaje, llevando esperanza y luz donde miseria y sufrimiento se dan la mano. Hay quienes cargan con rosas sus fusiles y quienes limpiamente, sin atajos, procuran lo suficiente a los suyos. ¿Qué me dicen de las madres que, por dar, nos dan hasta la vida para después, lenta pero inexorablemente, vaciar las suyas por todos? Hay quienes, en un acto de inmensa generosidad, extienden sus brazos para dar vida o quien dona sus órganos para procurar una oportunidad a quien el infortunio intenta arrebatársela. Hay familias que ofrecen sus recursos, tiempo y cariño a criaturas desamparadas, sin más recompensa que corazones rebosantes.  Hay acciones con claro carácter público y por ello son más visibles. Mas hay una legión de gente normal y anónima que entregan sus vidas por los más cercanos y procuran paz y felicidad allí donde estén. No es éste un asunto menor pues, de no existir éstos, la lista de personas abandonadas a su suerte sería infinita y el trabajo de los ángeles se vería desbordado.

Antes, con cierta osadía, les hablé de la verdad. Si abrimos el corazón al Nazareno, si indagamos en la esencia de esta vida, si damos portazo al egoísmo, si nos sacudimos el polvo del camino, si mientras andamos nos abandonamos al Señor, entonces sentiremos algo tan extraordinario como real. Disculpen mi letanía pero pecaría de imperdonable egoísmo de no compartir esta certeza.

Quienes carecemos de verdaderos dones pero, por pequeña que sea poseemos alguna habilidad, al menos deberíamos recordar que otro mundo es posible y que Dios ha enviado mensajeros de carne y hueso. Ya saben de mi amor por la escritura. Desde mi humilde pero entusiasta escribanía haré cuanto en mi mano esté para que la Verdad resplandezca.

Palabra.

 

Fdo. José Antonio Vergara Parra.

 

 

 

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