Samuel Buitrago: “Si cada rincón del mundo se centrara en ayudar a una zona determinada, se podrían cambiar muchas cosas”

ENTREVISTA

Por segundo año consecutivo madre e hijo se preparan para llevar a Tanzania la solidaridad ciezana

Miriam Salinas Guirao

El viernes 14 de junio a las 21:00 horas en el Auditorio Gabriel Celaya se celebra la gala para recaudar fondos a beneficio del nuevo proyecto de la escuela de Kutumbea Na Tanzania en Arusha. Colaboran Las Saritas, Amigos solidarios y Coro del Centro de Mayores Las Morericas. La entrada será un donativo de 5 euros a beneficio del nuevo proyecto.

Los artífices, de este momento solidario, son Silvia Rodríguez Aroca, trabajadora social y directora de Las Morericas y Samuel Buitrago Rodríguez, estudiante de interpretación en la  Escuela Cristina Rota. Madre e hijo permanecerán en Tanzania casi un mes para trabajar y cooperar con Kutembea Na Tanzania, una organización no gubernamental de personas que, desde el respeto a las comunidades y poniendo en valor la cultura,  las raíces y tradiciones del lugar donde van, buscan respaldar y fomentar proyectos de mejora en el ámbito de la educación y del trabajo para todos aquellos grupos con duras condiciones de vida y sin acceso al sistema educativo o laboral en Tanzania.

Silvia tuvo en mente durante muchos años realizar un voluntariado, pero no encontraba con quién ir, hasta que su hijo, Samuel, decidió acompañarla. “Hace dos veranos mi madre quería ir 20 días a Perú, a Kuzko, con la  ONG CooperarPeru, y así lo hicimos. Fue una experiencia muy buena. Algunos niños tenían problemas de salud, pero podían alimentarse medianamente bien, tenían ropa… Intentamos hacer todo lo posible. El centro al que fuimos estaba triste y decidimos invertir en pintar, en mobiliario, incluso hicimos un árbol como el de Las Morericas, con las manos de los niños haciendo las hojas.  Esa fue la primera experiencia de voluntariado. En Perú todo fue más fácil, se entendía el idioma y las necesidades no eran tan acuciantes”.

El centro del problema

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Al año siguiente decidieron virar el sentido. Querían ir al “centro del problema, donde hay mayor necesidad: a  África”. Samuel cuenta que después de la experiencia de Perú buscaron una “ONG pequeñita” que no les exigiera un tiempo y una cantidad determinada y que les  permitiera trabajar y hacer algo visible para que todos los que apoyaran el proyecto pudieran ver a dónde había ido a parar el dinero. “En los 20 días que estuvimos en Tanzania, no paramos de trabajar, conocer gente, gente muy buena pero en casos extremos”. Descubrieron que el Centro Eloni en Arusha, donde estaban mejorando las condiciones de los niños, estaba construido sobre una fosa séptica, altamente contaminante para ellos, por lo que la ONG preparó su segundo proyecto: comprar un terreno cerca de la comunidad y construir otro centro para que los niños y niñas de Eloni pudieran mudarse a un lugar mejor. Hicieron un concurso de arquitectura internacional que ganó el arquitecto chileno Sebastián Silva Zunza, quien se desplazó en el verano de 2018 a Tanzania para comenzar las obras de la nueva construcción y continuará este 2019. El arquitecto no recibe un salario por su trabajo, el premio solo pagaba el viaje. En el centro, además de formación y alimentación, se da alojamiento a los niños que no tienen un lugar adecuado para vivir.

 

El dinero de los ciezanos

Samuel cuenta que el dinero de los ciezanos recaudado en la gala del año 2018 dio para pagar todos los bloques del pabellón 1. “Allí se trabaja de sol a sol, y como se trabaja en Tanzania, con las manos se cava, el hormigón a mano, todo a mano. Allí trabajan mujeres, hombres, chicas, chicos, todos, y se involucra a la gente de Tanzania para que trabajen con todos”. Pero no solo dio para el pabellón la solidaridad ciezana: “Conocimos a una mujer que vivía en la montaña en un cuarto que se caía, con mucho frio y de diez metros cuadrados. La mujer vivía allí con 7 personas más, hacía fuego dentro de la casa, y respirar el humo le había empeorado la salud. Debajo de su vivienda, estaban preparando una casa en condiciones y con el dinero de Cieza le pagamos el tejado. Otro día conocimos a un profesor masái que hacía al día 40 kilómetros a pie descalzo. Y le compramos una bicicleta. Cada cosa que hemos hecho es una aventura: hemos comprado un frigorífico para el centro, también. En Tanzania hay muy buena gente y que alguien que no tiene nada te dé todo lo que tiene…eso te enseña mucho.”

A parte de pagar el centro, la ONG tiene en marcha otro proyecto: “Para las mujeres, piezas fundamentales en la sociedad de Tanzania; persisten unos valores muy machistas, es importante que la mujer tanzana se sienta valorada y así nació el proyecto de ayudar a su empoderamiento”. En Mto Wa Mbu, un pueblo de la zona, la ONG ayuda a mujeres a reinsertarse en el mundo laboral, dándoles herramientas para que se puedan sustentar por sí mismas.

Samuel recuerda el olor de Tanzania, “a suelo mojado, a pesar de que allí la lluvia es escasa, a animal, a felicidad, a vida”. Recuerda el atardecer rojo, las risas de los niños.

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Según la web de Kutumbea,  acogen a niños de edades comprendidas entre los 2 a 6 años. Casi 40 niñas y niños, entre ellos hay niños con síndrome de Aspergen y uno de ellos con síndrome de Down. Tras los años de trabajo se ha conseguido suministro de agua asegurado por la instalación de tanques y hay dos profesores que empiezan a acompañarles en su educación.

El viernes 14, Samuel, su madre, y todos los que colaboran en la gala, van a dar lo mejor de sí para que la generosidad de los ciezanos se sienta en comunidad y se vea cómo el esfuerzo tiene su recompensa a más de 8.000 kilómetros. Durante el acto se cantarán versiones conocidas por todos, y se realizarán rifas para cubrir los gastos de la propia gala. “Además de la gala, este año, mi madre tuvo la genial idea en octubre, en la semana dorada de personas mayores de Las Morericas, de mostrar el video en Cajamurcia para que viesen qué hicimos con el dinero.  Lanzamos, también, el proyecto ‘Huchate con Tanzania’, que consistía en echar todas las semanas un euro en la hucha y entregarla en junio”.

“No puedes estar llorando 20 días; te tienes que decir: ‘He venido a trabajar y eso es lo que voy a hacer”

“No vamos a salvar el mundo, no podemos hacer demasiado, aunque si cada rincón del mundo se centrara en ayudar en una zona determinada si se podrían cambiar cosas. Hemos visto mucha pobreza, lo más duro es ver las carencias de los niños, pero trabajar con ellos es bonito. Hay momentos muy complicados: el ver a los niños con desnutrición acostados llenos de moscas… es duro ver a un ser humano que puedes coger con tus brazos, saber que te necesita y no poder dárselo.  Siempre se puede hacer más, lo peor es volverse a España sabiendo que dejas una parte de ti con ellos y hay gente que no va a estar al año siguiente. Con lo que cuesta ir al McDonald una noche aquí,  puedes alimentar un niño un mes”.

A pesar del dolor y de la rabia que acompaña este voluntariado, Samuel reconoce que allí te sientes uno más. “Realmente no puedes estar llorando 20 días, allí, te tienes que decir: ‘He venido a trabajar y eso es lo que voy a hacer’. No hay otra, tampoco se puede ir de súper héroe, en todo momento, pero cuando un niño sonríe el precio de su sonrisa equivale a mil”. Ellos recomiendan la experiencia a todos, tienen claro que seguirán luchando por conseguir un lugar mejor. Este viernes comparten la solidaridad, no te lo pierdas.

 

 

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