Entrevista a Francisco Saorín: «Sólo quiero que no me recuerden»

Javier Gómez

El cielo comienza a derramar su tesoro y la fina lluvia, con virulencia, se convierte en gruesas gotas que golpean el rostro. Nos apresuramos a entrar en la Concejalía de Urbanismo, dejando atrás las inclemencias metereológicas. Al fondo, en un despacho entreabierto, se encuentra nuestro protagonista. Francisco Saorín, concejal de Urbanismo de Cieza, nos recibe con una amplia sonrisa. No es un político al uso, “estoy harto de los políticos con placa de metraquilato”, arguye. Enfundado en un grueso jersey de lana y unos vaqueros, nos escudriña con unos penetrantes y amables ojos azules y nos invita a resguardarnos

Durante casi veinte años ha trabajado en la Fundación Diagrama, tratando a menores con problemas; ha pasado por todos los puestos, desde educador social, hasta coordinador y, finalmente, director. Actualmente, se encuentra en excedencia desde que lleva los mandos de Urbanismo. Se define asimismo como “una persona hogareña, amante de las charlas, la lectura, los paseos deambulantes por las calles Cieza y de la tranquilidad y el silencio».

Estas últimas facetas personales distan mucho de la actividad política, pero asegura que no le importa prescindir de ellas, en ocasiones, porque quiere trabajar por el bien de la localidad. “Las cosas las hago con pasión, y ahora estoy en política. De todas formas, tengo fecha de caducidad, volveré a lo mío aunque sea por higiene mental y no eternizarme”, argumenta carcajeando.

Vinculado a Izquierda Unida desde joven, afirma que, poco a poco, “le picó el gusanillo” hasta llegar a coordinador local en 2006 de la mano de sus mentores: Manuel Martínez y José María Rodríguez Santos. Y ahora le toca lidiar en un gobierno de ménois à trois. Pretendemos conocer si dos son compañía y tres multitud. Podemos es un nuevo partido y todavía no había mantenido relaciones de poder con Izquierda Unida en Cieza pero con el PSOE, las históricas relaciones han pasado por momentos conflictivos y de tensión. La última vez que coincidieron en el gobierno, hace una década, el asunto acabó en divorcio después de una moción de censura. “Aquello es pasado –asevera, entrelazando las manos; grandes y fornidas que revelan el origen agrícola de su familia-. Hace un año y medio Cieza estaba anquilosada. Es lógico que tengamos diferencias: unas veces con acierto y otras con tensión. Sin embargo, prevalece el compromiso por el cambio para Cieza”.

Además, los frentes abiertos no parten únicamente de la oposición o de sus compañeros de gobierno, sino de su propio partido. Queremos medir su templanza. En la última asamblea de IU llegó a poner su cargo a disposición. “Me gusta tener el apoyo de los vecinos y de los militantes. Había una parte de la militancia de IU que esperaba que tuviéramos más agilidad y contundencia en los procesos. Debimos explicar que en la administración los asuntos no siempre van con la rapidez que quisiéramos, pero se explicó y el tema quedó zanjado”, afirma echando un vistazo al móvil que intermitentemente suena, aunque no contesta para no interrumpir.

Efectivamente, el concejal no rehúye los temas más peliagudos y encaja las preguntas. Tan solo, ocasionalmente, aprieta las manos. Su formación política no era partidaria de la realización del Paseo Ribereño tal y como se hizo. Y él ha sido el edil de Urbanismo durante las obras. “No tuvimos más remedio que hacerlo. Era un proyecto endiablado que el PP, gracias a su mayoría absoluta, dejó sellado a cuatro días de las elecciones con una de las grandes empresas amigas de los populares y de dudosa reputación: Acuamed. Este fue un proyecto de obra civil y nosotros pretendíamos uno de verdadera recuperación. No pudimos rectificar nada; estaba blindado. En el caso de que no lo hubiéramos realizado, y tenía que aprobarlo Europa, el gasto íntegro hubiera recaído sobre las arcas municipales”, por sus ojos cruza una sombra rápida. Endurece la mirada con las críticas al anterior gobierno.

Durante unos instantes se hace el silencio y, a continuación, es nuestro móvil el que lo rompe. Es una llamada urgente y, teniendo menos tacto que él, contestamos. Mientras nos encontramos enfrascados en la nueva conversación, abandona el despacho para dejarnos intimidad. Por un malentendido, a nuestro pesar, el primer teniente de alcalde sale de su cuartel general y espera, paciente, en los pasillos.

Pedimos las correspondientes disculpas y una vez aclarado este punto, reanuda, enérgico, la entrevista. Nos quiere explicar los nuevos proyectos que tienen planeados desde la Concejalía. Lamenta la “herencia recibida” y arguye que, debido a la situación económica del Consistorio, les han obligado a que el recorrido sea distinto a como deseaban. “Debemos actuar en lo estrictamente necesario. Lo que me disgusta es no poder llevar a cabo las gestiones que uno desea”, vuelve a fijar la vista, directo y claro.

Entre los proyectos destacan el cubrimiento de la Rambla del Realejo, en este apartado también hubo disenciones en el seno de IU; el repintado de los pasos peatonales; la limpieza viaria; la atención de calles; también afirma que para este mes o el siguiente se construirá la acera entre Pino Gómez y el Colegio Pedro Rodríguez; y que se acondicionará los terrenos de Migaseca, a la espera de la próxima reunión con los promotores interesados en ellos.

El tiempo ha transcurrido veloz y de fondo se escucha el martilleo constante de la lluvia. ¿Cuál sería su deseo para el futuro? Mira pausado, de hito en hito, y explica que su intención consiste en que sus vecinos aprecien la hermosura de un entorno como Cieza, «es a eso precisamente a lo que me dedico. Estoy harto de los políticos de metraquilato -parece emocionarse-. No quiero que me recuerden, sólo pretendo que Cieza mejore y a ello dedico todo mi afán, haciendo lo que puedo. Lo único que debe quedar son las obras no la persona», insiste, alejándose del protagonismo y encogiendo los hombros, enfundados en su grueso jersey de lana.

Salimos a la puerta de Urbanismo. Llueve a mares. Saorín saca un cigarrillo y fuma pausado. La observación de la lluvia, discurriendo en caudalosos riachuelos por el asfalto, produce efectos melancólicos. Hemos dejado el vehículo un tanto alejado y no disponemos de paraguas. Solícito, acude raudo al despacho y nos entrega uno de color amarillo. Es de la promoción de la Concejalía. «Quedátelo, es un recuerdo de Urbanismo», sentencia el edil.

 

Post scríptum: La fotografía que ilustra la entrevista tuvo que ser tomada en días posteriores, la lluvia lo impidió.

 

 

 

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