La separación de poderes en España, por Diego J. García Molina

No hay democracia sin separación de poderes

Por fin tenemos gobierno. Lo he escrito tantas veces cada vez que se producía un avance que su significado parece irrelevante y la frase casi pierde su sentido, pero es así. Desde que se organizó la moción de censura al Partido Popular de Mariano Rajoy para alcanzar la presidencia con la promesa incumplida de convocar elecciones de inmediato (un año le costó); tras pasar por dos elecciones generales; después de numerosas negociaciones con partidos de todo pelaje (regionalistas, comunistas, nacionalistas, separatistas), algunos de ellos en contra de la idea misma de España, Pedro Sánchez ha conseguido instalarse en Moncloa con todas las de ley; es indudable por mucho que a tantos les duela. Fue el partido más votado y ha conseguido sacar adelante su propuesta como presidente del gobierno, merece, por tanto, la oportunidad de demostrar el porqué de tanto empeño en gobernar a toda costa.

Decía antes que había incumplido la promesa que le llevó a organizar la moción de censura no convocando elecciones, sin saber entonces el grado de cinismo que tiene esta persona, con esa naturalidad que exhibe a la hora de mentir, o de sostener una idea y la contraria casi en la misma frase. Como decía el doctor House en la serie de ficción: “todo el mundo miente”. No obstante, a un presidente de la nación se le debe exigir un mínimo de decoro y respeto hacia los gobernados, no tomarles por idiotas, disimular un poquito, vaya. Tengo claro que muchos lectores perdonarán e incluso justificarán dichas prácticas con tal de alejar a la derecha del poder, sin embargo, no todo vale en la política. No soy ingenuo y sé que en el otro lado sucede lo mismo. En la Región de Murcia, por ejemplo, a pesar de quedar el PSOE a unos pocos miles de votos de la mayoría absoluta, la unión del PP, Ciudadanos y Vox mantuvo a la derecha en el gobierno regional una legislatura más; se pierde en el recuerdo la última vez que hubo un presidente que no fuera pepero.

El partido al que estoy afiliado, Unión, Progreso y Democracia (UPYD) nació para acabar con esas prácticas, fomentar la buena política, renunciar a los peores vicios adquiridos en el bipartidismo y combatir la corrupción estructural de los partidos, entre otros muchos motivos. Sin embargo, la perdida de mayorías absolutas y la irrupción de nuevos partidos sin trayectoria anterior ni principios están agravando los síntomas. Los políticos y cargos públicos están obligados a ser ejemplares. Debemos ser conscientes del deterioro que sufren las instituciones del Estado ante estas actitudes que la degradan. La separación de poderes es básica en un estado de derecho, en una democracia plena; la democracia no es solo votar, se ha votado, y se vota en las peores dictaduras. El poder legislativo, los diputados, cambian, pero las leyes permanecen; el poder ejecutivo, los gobiernos, pasan, sin embargo, sus actuaciones quedan grabadas en nuestra memoria (y en internet); el poder judicial, los cargos, se renuevan, mientras que sus decisiones perduran y tienen consecuencias en el futuro inmediato.

Es sobre todo en este ámbito, el judicial, en el que más se están notando la intromisión del ejecutivo. Empezando por la destitución del máximo responsable del Departamento Penal de la Abogacía del Estado Edmundo Bal por negarse a cambiar la acusación a los separatistas catalanes en los hechos del 1 de octubre. O la reciente denuncia de la asociación de abogados del estado por las presiones a las que estaban siendo sometidos en el escrito sobre el caso Junqueras. Son actitudes propias de una república bananera, inadmisible en una democracia consolidada como la nuestra. Como guinda del pastel, el gobierno ha nombrado a la ministra de justicia saliente Dolores Delgado como fiscal general del estado en un hecho inaudito. ¿Qué separación de poderes puede haber entre el ejecutivo y judicial cuando un miembro de uno se convierte el mismo día en miembro del otro? UPYD defiende la independencia del poder judicial para que sea totalmente independiente, despolitizando la justicia. El propio Pedro Sanchez ha declarado que había dicho a la nueva fiscal qué debía hacer (ser independiente), la ironía de la situación es brutal. Además de ser una persona indigna para el cargo debido a su relación con el cargo policial corrupto Villarejo y las conversaciones con él hechas públicas donde se conversaba sobre delitos graves y no solo esta persona con responsabilidad no las denunciaba, es que las celebraba asegurando el «seguro éxito» de la empresa (chantaje y extorsión de políticos y empresarios mediante la prostitución).

De momento, lo único que conocemos son los nombramientos de cargos y una declaración de intenciones con los siguientes 5 puntos: «Robustecer la economía adaptándola a los tiempos; propiciar la cohesión territorial de nuestro país en base al entendimiento y el equilibrio territorial; promover la justicia social y amparar a los compatriotas con menos recursos; encarar la emergencia climática; y alcanzar la plena igualdad real de la mujer y de todos los que soporte discriminación». Confío en que todas estas iniciativas se lleven a cabo con la mejor de las disposiciones y cuidado en la implantación de reformas. Estas deben modelarse cuando el pueblo, la sociedad, así lo requiere y demanda, no al contrario. Debe ser una evolución natural. Si, como oí una vez al profesor Jarauta, se antepone una R a esa palabra cambia a Revolución. Y las revoluciones no siempre salen bien. Más bien diría que casi nunca lo hacen y cuando traen mejoras es con mucho dolor y sufrimiento. Posteriormente, suele llegar una reacción en el sentido contrario, es la historia (idiota). Tengo confianza en que el afán por hacer un buen papel con el objetivo de mejorar sus resultados en las próximas elecciones, para no depender así de socios egoístas, los lleve a acometer las medidas que los españoles demandan en educación, pensiones, vivienda, trabajo o economía, y dejen la confrontación ideológica para las tertulias. Esperemos.

 

 

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