Pueblo

Antonio-Balsalobre-cronicas-siyasaNo es posible poner una vela a Dios y otra al diablo. Antes o después, a menos que se quiera estar en tierra de nadie, hay que tomar partido.  La lucha de clases tuvo sentido en momentos de nuestra Historia en los que, tan desmesurados eran los abusos e  inexistentes los cauces de defensa, que hubo de enarvolarse esa bandera. Hoy, todo es más sutil pero igual de real. Hay cosas que nunca cambian. Los de las alturas querrán permanecer allí eternamente; intentarán que la brecha sea cada vez mayor y, por tanto, mayores los privilegios. Los de abajo (muchos, no todos) suspirarán por estar arriba y harán cuánto esté en sus manos para lograr su objetivo. Y después hay un grupo de gente peculiar, entre quienes me encuentro, que estamos bien en la llanura. Les hablo del pueblo; de esa legión de ciudadanos generalmente buenos, decentes y mansos, que ganan con honra el pan de sus casas y cuidan de sus familias.

No me iré muy atrás en el tiempo. En el anterior régimen, los sillones de los consejos de administración de las principales empresas del país eran ocupados por quienes todos sabemos. Punto. Aquello era una dictadura y las explicaciones eran innecesarias.

Hoy, bajo la apariencia de una democracia, la historia se repite. Muchos de los que, solemnemente, prometieron defender a su pueblo se sientan en esos mismos y mullidos sillones. En algún momento se dejaron seducir y, por unas cuantas monedas, vendieron su alma al diablo. Dime junto a quién te sientas y te diré cómo acabas pensando (un servidor dixit)

Este gobierno, como el anterior y el anterior del anterior, presta excesiva atención a quien debería ignorar y olvida a quien en verdad la merece. Lo diré de otra manera. El poder se muestra implacable con el débil y miserablemente cobarde con el poderoso. Pasemos de la metafísica a la empírica. Mientras el dinero opaco y de origen incierto es lavado a la sombra de una ley inmoral, la administración tributaria persigue a quienes por carecer de recursos se han de buscar la vida como buenamente pueden. El delito a lo grande, cometido por los grandes, quizá por exonerar a algún allegado, es prácticamente condonado. Las pequeñas corruptelas, de gentes pequeñas e indefensas, serán perseguidas de forma inmisericorde.

Debe resultar más pragmático ponerse de perfil mientras las grandes empresas esquilman nuestros bolsillos con los más esenciales recibos domésticos, que hacer lo que es debido aunque ello implique renunciar a jugosas compensaciones, presentes y futuras.

Haría bien el gobierno es poner remedio, de una santísima vez, al dislate catalán y comenzar a dirigir sus esfuerzos y pensamientos a quienes respetan las leyes y son leales a España. Nunca entendí la parábola del Hijo Pródigo.  Definitivamente, el escriba no tuvo su día.

Ha llegado la hora, siempre lo fue, de que los buenos perciban amparo y los malhechores persecución. El veredicto último al Hacedor deberá corresponder pero, mientras tanto, la sociedad tiene derecho a vivir en paz.

El pueblo es quien sostiene a un país y paga los sueldos de sus representantes. No debiera ser un reducto de clases ni una trinchera de odio y sí un lugar el que todos cupiesen; donde todos contribuyesen en la medida de sus posibilidades y los más desvalidos hallasen el amparo de la comunidad; un lugar en el que ideas y creencias plurales cohabitasen en franca vecindad. Ser acaudalado, si lo ganado lo fue en buena lid, no será un problema. Los Grandes de España y  quienes no se conforman con un par de apellidos o intercalan la preposición de entre sendos patronímicos, serán bienvenidos. Idéntico derecho les asiste a quienes, disfrazados con pañuelos palestinos, americana envejecida y barba de tres días, viven como dioses. Démonos la oportunidad de conocernos pues las apariencias y convencionalismos los carga el diablo. Para ser parte del pueblo bastará ánimo dispuesto y recta intención.

Toda comunidad hubo de soportar a tiranos, monarcas absolutistas, señores feudales, conquistadores con delirios de grandeza, oligarcas y demás ralea. Europa, en algún momento de desesperación o lucidez, sintió nostalgia de aquella polis ateniense e instauró la democracia. Pese a algunos de los peores bastardos que ha conocido la Historia y merced a la ayuda estadounidense y soviética, Europa, aun hecha jirones, logró sobrevivir. Las cicatrices de ambas guerras mundiales fueron profundas pero hoy es una tierra en la  que merece la pena educar a nuestros hijos. Mas nuestra forma de vida y nuestras conquistas morales están en peligro. Nuestros enemigos son poderosos y jamás desfallecen. El pueblo de Europa, y el de España con él, debe reaccionar con celeridad. Bruselas, antes que el corazón de Europa, se ha convertido en un gigantesco mausoleo más interesado por perpetuar sus privilegios que en recuperar y poner en valor lo que nos hizo grandes.

Pocas cosas hay tan honorables como representar a los ciudadanos y nada tan miserable como traicionar su confianza. La democracia solo a un señor ha de servir: su pueblo. Punto.

Fdo. José Antonio Vergara Parra.

Ex-Alcalde de Cieza.

 

 

 

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